El complejo
Siguiendo la organización típica de las propiedades que dan a la costa, el área a disposición se caracteriza por una línea de mar de 80 metros y una superficie total de 21.000 metros cuadrados que caracterizan esta parcela como una franja estrecha y alargada, una especie de parche entre el mar y el campo. La oportunidad de conseguir la síntesis entre el aspecto rural y el marítimo está en la base de todo el proyecto y en la gestión del complejo.
Se supone una estructura con una capacidad de cabida de 20 cabañas de pequeña construcción de 30-35 metros cuadrados con planimetría variable, para permitir conjuntos funcionales en núcleos habitados de dimensiones diferentes para poder responder a varias tipologías de usuarios, de solteros a familias. Las cabañas están pensadas como unidades modulares, no idénticas entre ellas. Esto consiente estructurarlas de modo planimétrico en parejas para permitir un uso continuo de los espacios en común, como el salón, el área de relajación, la terraza, la zona de lectura, como si se tratara de un espacio abierto único. De esta manera, mediante el deslizamiento de algunas paredes ligeras, divisorias y contiguas en dos cabañas, es posible transformar los espacios y unir las viviendas según las exigencias, es algo parecido como se realiza en las casas japonesas.
Las cabañas están orientadas hacia la playa, estructuradas como pilotes ligeramente diferentes entre ellos en las cotas de los solares, y organizadas según una clara distinción entre la fachada y la parte posterior. Están dispuestas en parcelas, cuya parte posterior está expuesta hacia las otras unidades, para que se limite al máximo el problema de la introspección, permitiendo a cada unidad el mayor nivel de privacidad. Los elementos característicos de las cabañas, desde el punto de vista topológico, son una serie de verandas y espacios abiertos hacia la naturaleza y el mar, que de hecho aumentan los metros cuadrados a disposición de cada unidad, enriqueciéndolas con fascinantes ambientes, gracias al amplio uso de elementos de artesanía local, de tejidos para la decoración del hogar, de las peculiares y características hamacas, para así mostrar un aspecto unitario e integrador en todo el complejo, en la tradición constructiva de Nicaragua.
Estas cabañas tienen como soporte un sistema de áreas comunes caracterizado por un centro de bienestar con gimnasio, un restaurante, un bar y un pequeño supermercado.
Estas instalaciones colectivas y de soporte están concebidas según una arquitectura permeable abierta hacia el exterior, en posición centrobárica en el área, de modo que se constituya un tipo de núcleo conector en el interior del complejo.
En línea con el aspecto más impregnado de la cultura nicaragüense, o sea la unión con la naturaleza, son los elementos arquitectónicos del complejo, como en la construcción autóctona y como en la mayor parte de la que se desarrolla a lo largo de las líneas del ecuador y de los trópicos, se encaminan hacia el uso de la madera y los valores que esto implica.
La naturaleza se convierte en materia prima, inspiración y solución funcional también en sus propias fases cíclicas, de colores variados. La idea que el aspecto rural típico de Nicaragua se matice en el interior de nuestro sistema de cabañas, con huertos y pequeñas plantaciones de fruta exótica para producciones cerradas en el sistema, refleja extremamente naturalizado el impacto perceptivo de este complejo. Los campesinos locales serán los que mantendrán estas porciones de cultivos productivos, así como toda la mano de obra prevista para las infraestructuras turísticas, para crear así un grado de cohesión e intercambio sociocultural, real y no sólo ficticio, con el lugar y la colectividad, con la cultura y las tradiciones de Nicaragua. Además la actividad de turismo rural, juntamente con la de la pesca, se propone impulsar una alimentación natural y un acercamiento a la gastronomía típica del lugar, todavía hoy lejana a la globalización.